Una escalera para tocar la luna

Por: Osmany Cruz Ferrer.

 Íbamos, mi hija Emily de dos años y yo, caminando a casa de mi madre. Eran cerca de las 9:00 pm y la cúpula celeste estaba esplendida. La luna estaba tan redonda y resplandeciente que parecía que brillaba con luz propia. Sé que estaba pensando en algo importante cuando mi hijita bondadosamente me interrumpió con una singular invitación: —Papito, vamos a tocar la luna. Realmente no sabía que decir, pero ella insistía con vocecilla caprichosa: —¡Papi vamos a tocar la luna! Yo respondí: — Pero, Emy, está muy alta, no podemos llegar tan lejos. Ella me miró  sorprendida de mi ignorancia, y me contestó: — Papi, solo necesitamos una escalera. No recuerdo como me desembaracé de esa situación, pero su invitación me tuvo pensando varios días.

Sé que parece un hecho insignificante el que acabo de narrar, pero el Señor lo utilizó para llamarme la atención sobre la fe; la fe que ve más allá de los impedimentos y las dificultades. A menudo somos demasiado remisos para esperar lo imposible. Tenemos sueños y los despreciamos al pensar que jamás podremos lograrlos. Son demasiado altos, demasiado inalcanzables. El puente para llegar a nuestros anhelos parece imposible de construir. Justificamos nuestra incredulidad arguyendo todo tipo de excusas. Sin embargo, todo lo que necesitamos es una sencilla escalera llamada fe. No se trata de nuestros recursos, ni de nuestras habilidades; es cuestión de obedecer a la voz de Dios con una fe sorda a las amenazas de las cosas que se ven. La fe es el hilo de Ariadna que nos hace saltar lo imposible y conquistar aquello que Dios ha preparado para nosotros.

 He decidido ser más crédulo. No le prestaré más atención a los “no se puede”. Trataré con indiferencia a mis pensamientos escépticos. Como mi hijita ripostaré: ¡Solo necesito una escalera! Un poco de fe para asir aquello que Dios me ha prometido.

© OCF, 2009

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