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Travesuras con un maletín

Por: Osmany Cruz Ferrer.

 Tengo entre mis pertenencias un maletín de cuero sintético que uso a diario para transportar mis libros y papeles de la casa a la oficina y viceversa. Cada día, al regresar de la ardua tarea laboral, mi pequeña hija de dos años me está esperando. Lo primero que hace cuando me ve llegar es abrazarme, buscar entre mis pertenencias si hay algo para ella y luego se empeña en llevar mi pesado maletín. A mi esposa y a mí siempre nos resulta muy simpático ver a Emily tratando de mover el imponente bulto hacia la sala. Lo arrastra, lo patea, lo voltea… Finalmente, agotada del esfuerzo, se rinde, me pide que la ayude y juntos llevamos al maletín a su lugar. Ella se siente feliz por esa rutina, es muy pequeña todavía para entender la lección, pero usted ya se está percatando de la idea: si queremos mover una pesada carga no podremos hacerlo solos, necesitamos la ayuda de nuestro Padre.

 Me he hallado muchas veces haciendo lo mismo que mi hijita. Estoy tan fascinado con mi Padre que incluso deseo agradarle haciendo Su trabajo. Empujo el ministerio, arrastro los planes para que avancen y a veces incluso pateo algunas cargas para deshacerme de ellas.  El final siempre es lo mismo. Termino frustrado, preguntándome qué salió mal, hago un minucioso examen de las posibles causas del fracaso y siempre llego al mismo punto: fallé en no pedirle ayuda a mi Padre. Me equivoqué cuando pensé que por mi mismo era suficiente.

 Afortunadamente mi Padre siempre está allí para socorrerme. No me mira con enojo, no se impacienta por mis caprichos. Pacientemente espera a que le entregue nuevamente el control. No mueve la cabeza en señal de desaprobación, ni siquiera me espeta un discurso merecido, solo espera a que reaccione. Entonces, cuando lo hago, no es reticente en actuar, él toma el pesado bulto que no puedo mover solo y me asiste hasta que juntos lo logramos. Ya la pesada carga está en su debido lugar porque la moví con Dios. Se acaban los dolores de espalda, el agobio por el peso descomunal desaparece y puedo disfrutar de la comunión con mi Padre sin el obstáculo abrumante de una fastidiosa carga….  

¡Emily que haces con el maletín de papito! ¡No lo vires así que te puedes dañar! Déjame ayudarte, por favor.

© OCF, 2009

Editado por EDICI: http://alballanesedici.blogspot.com

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